miércoles, 16 de marzo de 2011

Remedio homeopático contra el dolor de barriga

Si os habéis dado cuenta, cuando el hambre ataca de veras, la barriga duele. Puede doler de veras, ¡seguro que os ha pasado a todos!

En esas estaba el otro día, con un hambre de mil diablos. Y como era la hora de la merienda, me puse a comer unos ricos bollos. La verdad es que con el primero desapareció el incómodo dolor pero, como estaba en plan goloso, seguí con otro y con otro...

Hasta que el dolor volvió, esta vez por hartazgo. Pero mientras me debatía entre retortijones se me apareció Samuel Hahnemann, y me dio la inspiración para desarrollar un remedio para librar al mundo de uno de sus más terribles males, ¡el dolor de barriga!
Si me como un bollo, el dolor de barriga desaparece, pero si me como muchos, vuelve a aparecer, mayor aún si cabe. Por lo tanto, es lo mismo lo que cura que lo que causa el dolor, y cuando lo consumo en cantidades menores, es cuando su capacidad curativa es mayor.
Así que, animado por esta idea maravillosa (y tras varias horas de dificultosa digestión), tomé una migaja de uno de los bollos y la eché en una botella de plástico que tenía medio llena con agua. La tapé bien y me lié a darle golpes contra la mesa. Cincuenta o incluso más, que había que transmitir bien la mística energía del indigesto bollo al agua (nunca se sabe, por su naturaleza porosa). Busqué otro recipiente adecuado, y esta vez localicé un túper que cerraba bien. Lo llené con agua del grifo y le pasé medio taponcito del agua de la botella. Repetí el golpeteo y el traspaso de líquido al menos una docena de veces, hasta que sentí que el líquido casi palpitaba con las medicinales vibraciones.

Ahí estaba, el remedio definitivo contra el dolor de barriga. Mi contribución al bien de la humanidad había tenido éxito.

Sé que hay muchos incrédulos, cuyas mentes son de tal cortedad que no pueden entender los milagros de la homeopatía. Pero funciona, y lo he comprobado definitivamente. Ahora, cada vez que siento ese horrible dolor de estómago por la tarde, echo unas pocas gotas (dos o, como mucho, tres, así de poderoso es el remedio) sobre un bollo y me lo como. Con una rapidez asombrosa el dolor remite. Siempre. Que vengan los escépticos y demuestren que miento.

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